99+ Roberto Bolaño Quotes on 2666, Death and Expectations - Quotes.pub

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He aquí algo sobre el honor de los poetas. Yo tenía diecisiete años y unos deseos irrefrenables de ser escritor. Me preparé. Pero no me quedé quieto mientras me preparaba, pues comprendí que si así lo hacía no triunfaría jamás. Disciplina y un cierto encanto dúctil, ésas son las claves para llegar a donde uno se proponga. Disciplina: escribir cada mañana no menos de seis horas. Escribir cada mañana y corregir por las tardes y leer como un poseso por las noches. Encanto, o encanto dúctil: visitar a los escritores en sus residencias o abordarlos en las presentaciones de libros y decirles a cada uno justo aquello que quiere oír. Aquello que quiere oír desesperadamente. Y tener paciencia, pues no siempre funciona. Hay cabrones que te dan una palmadita en la espalda y luego si te he visto no me acuerdo. Hay cabrones duros y crueles y mezquinos. Pero no todos son así. Es necesario tener paciencia y buscar. Los mejores son los homosexuales, pero, ojo, es necesario saber en qué momento detenerse, es necesario saber con precisión qué es lo que no uno quiere, de lo contrario puedes acabar enculado de balde por cualquier viejo maricón de izquierda. Con las mujeres ocurre tres cuartas partes de lo mismo: las escritoras españolas que pueden echarte un cable suelen ser mayores y feas y el sacrificio a veces no vale la pena. Los mejores son los heterosexuales ya entrados en la cincuentena o en el umbral de la ancianidad. En cualquier caso: es ineludible acercarse a ellos. Es ineludible cultivar un huerto a la sombra de sus rencores y resentimientos. Por supuesto, hay que empollar sus obras completas. Hay que citarlos dos o tres veces en cada conversación. ¡Hay que citarlos sin descanso! Un consejo: no criticar nunca a los amigos del maestro. Los amigos del maestro son sagrados y una observación a destiempo puede torcer el rumbo del destino. Un consejo: es preceptivo abominar y despacharse a gusto contra los novelistas extranjeros, sobre todo si son norteamericanos, franceses o ingleses. Los escritores españoles odian a sus contemporáneos de otras lenguas y publicar una reseña negativa de uno de ellos será siempre bien recibida. Y callar y estar al acecho. Y delimitar las áreas de trabajo. Por la mañana escribir, por la tarde corregir, por las noches leer y en las horas muertas ejercer la diplomacia, el disimulo, el encanto dúctil. A los diecisiete años quería ser escritor. A los veinte publiqué mi primer libro. Ahora tengo veinticuatro y en ocasiones, cuando miro hacia atrás, algo semejante al vértigo se instala en mi cerebro. He recorrido un largo camino, he publicado cuatro libros y vivo holgadamente de la literatura (aunque si he de ser sincero, nunca necesité mucho para vivir, sólo una mesa, un ordenador y libros). Tengo una colaboración semanal con un periódico de derechas de Madrid. Ahora pontifico y suelto tacos y le enmiendo la plana (pero sin pasarme) a algunos políticos. Los jóvenes que quieren hacer una carrera como escritor ven en mí un ejemplo a seguir. Algunos dicen que soy la versión mejorada de Aurelio Baca. No lo sé. (A los dos nos duele España, aunque creo que por el momento a él le duele más que a mí). Puede que lo digan sinceramente, pero puede que lo digan para que me confíe y afloje. Si es por esto último no les voy a dar el gusto: sigo trabajando con el mismo tesón que antes, sigo produciendo, sigo cuidando con mimo mis amistades. Aún no he cumplido los treinta y el futuro se abre como una rosa, una rosa perfecta, perfumada, única. Lo que empieza como comedia acaba como marcha triunfal, ¿no?
Há uma literatura para quando se está aborrecido. Abunda. Há uma literatura para quando está calmo. Esta é a melhor literatura, acho. Também há uma literatura para quando se está triste. E há uma literatura para quando se está alegre. Há uma literatura para quando se está ávido de conhecimento. E há uma literatura para quando se está desesperado. oi esta última que Ulisses Lima e Belano quiseram fazer. Grave erro, como se observará a seguir. Tomemos, por exemplo, um leitor médio, um tipo tranquilo, culto, de vida mais ou menos sadia, maduro. Um homem que compra livro e revistas de literatura. Bem, aí está. Esse homem pode ler aquilo que se escreve para quando se está sereno, para quando se está calmo, mas também pode ler qualquer outra classe de literatura, com o olhar crítico, sem cumplicidades absurdas ou lamentáveis, com desapaixonamento. É o que eu acho. Não quero ofender ninguém. Agora, pensemos no leitor desesperado, aquele a quem presumivelmente é dirigida a literatura dos desesperados. Quem é ele? Primeiro; é um leitor adolescente ou um adulto imaturo, acovardado, com os nervos à flor da pele. É o típico babaca (perdoem a expressão) que se suicidaria depois de ler Werther. Segundo: é um leitor limitado. Por que limitado? Elementar, porque só pode ser literatura desesperada ou para desesperados, dá na mesma, um tipo ou um exemplo, A montanha mágica (em minha modesta opinião, um paradigma da literatura tranquila, serena, completa) ou, já que aqui estamos, Os miseráveis, ou Guerra e Paz. Acho que fui bem claro, não? (...) E mais: os leitores desesperados são como as minas de ouro da Califórnia. Mais cedo do que se espera eles se esgotam! Por quê? É evidente! Não se pode viver desesperado a vida inteira, o corpo acaba se dobrando, a dor acaba se tornando insuportável, a lucidez se esvai em grandes jorros frios.